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Ibon principal de Remuñe. |
El Valle de Remuñe es un lugar salvaje y lleno de encanto ubicado en el valle de Benasque, en pleno Pirineo Aragonés. Abrupto y de marcado origen glaciar, progresa hasta llegar a los pequeños y mágicos ibones de Remuñe, dos preciosos lagos de alta montaña que bien merecen una excursión. Desde allí podemos continuar para acometer las ascensiones a varios tresmiles de la zona, entre los que destacan el Malpás y el Perdiguero, entre muchos otros.
Salimos del Hospital de Benasque sobre las 9:00 y nos dirigimos hacia el punto de inicio de la excursión al Valle de Remuñe. En unos quince minutos de paseo suave por los llanos del Hospital en dirección al Forau de la Llana, y tras remontar una pendiente de unas decenas de metros hasta la pista asfaltada que muere un poco más allá, nos encontramos con el cartel que indica el inicio de la ruta. Progresamos despacio y al ritmo de la persona más lenta ascendiendo entre un bosque dominado por pinos negros, rododendros y matas de arándanos. El sendero está bien marcado y es fácil de seguir, aunque por terreno a veces algo descompuesto en su parte más alta, como bien podremos comprobar más tarde.
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Inicio del sendero hacia la Vall de Remuñe. |
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Últimos tramos de Bosque de Pino Negro... |
El camino nos lleva finalmente hasta un collado en el que encontramos dos carteles indicadores que marcan la bifurcación de la ruta. Nosotros decidimos que subiremos por la izquierda, en dirección SW-W, cruzando la pasarela de madera y dirigiéndonos hacia una curiosa formación rocosa con forma, y utilidad, de cabaña natural. A partir de aquí la subida es más pronunciada y comenzaremos a encontrarnos con tramos algo complicados de caóticos bloques de roca, algo muy típico en esta zona de los Pirineos, que ponen a prueba la coordinación y el equilibrio del excursionista. Casi todos los grupos que nos han pasado por delante han tomado esta misma dirección, aunque algunos han optado por seguir por la ruta de la derecha, por la pleta, que es por donde nosotros tenemos previsto bajar.
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Llegando a la bifurcación... |
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Carteles en la bifurcación de la ruta. |
Antes de acometer la subida hacemos una primera parada junto al puente de madera para beber algo de agua. Para nuestra sorpresa, un señor francés de más de 80 años, enjuto y de piel tostada y curtida, pasa junto a nosotros a buen ritmo. Va completamente descalzo. Es la primera vez que veo a alguien caminar descalzo por las montañas. Solo lleva un viejo chubasquero recogido en la cintura, ni mochila, ni agua, ni nada de nada. Es un ser de otro tiempo, un auténtico indígena pirenaico en peligro de extinción...
Mi compañera sube con dificultad este último tramo hasta los lagos. Un tramo que, como siempre suele ocurrir, nos va engañando con sucesivos falsos collados tras los que esperas encontrar el final de la pesada ascensión. Yo voy muy pendiente del altímetro, restando metros, y de mi compañera. En un momento dado le pregunto si quiere abandonar. Por mí no hay problema. Ella, tras pensarlo un segundo, decide continuar hasta los ibones cueste lo que cueste. Tomamos otro trago de agua y proseguimos despacio sorteando los pasos entre los grandes bloques de roca.
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Llegando al Ibon principal de Remuñe, aunque todavía no es visible. |
Unos minutos después el primer ibon aparece ante nosotros, y ella se alegra muchísimo de no haber abandonado. No es de los más espectaculares que he visitado, pero el lugar es mágico y precioso. Destaca hacia el NW un pico que me recuerda al Pedraforca: es la Forca de Ramuñe, casi un tres mil y un buen punto de referencia para esta y otras excursiones y ascensiones por la zona.
Descansamos en el ibon mientras vemos correr y saltar a las marmotas entre las rocas, observando alguna trucha de alta montaña en las transparentes aguas azuladas y a algún que otro colirrojo. Para reponernos tomamos una naranja, rica en fructosa, vitamina C y potasio, y mucho más deliciosa que unas barritas energéticas. Rápidamente la fruta hace su efecto, y tras algunos minutos nos sentimos reconfortados para continuar hasta el segundo ibon, que se presenta ante nosotros en pocos minutos de marcha suave con algún nuevo tramo de rocas. Desde allí ya podemos observar el camino de la pleta por el que descenderemos. El pequeño ibonet de Remuñe nos queda allí abajo, junto al sendero, y a la izquierda, pero decidimos obviarlo y no acercamos hasta él.
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Ibon principal de Remuñe. |
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Ibon secundario de Remuñe. |
El descenso nos ocupará otras dos horas y media bajo un sol de mediodía implacable. Me coloco detrás de mi compañera para asistirla en algunos pasos y escalones, bien agarrándola por la mochila bien echándole una mano firme y segura cuando lo necesita. Aún así, tropieza y resbala algunas veces, más de cansancio que por la dificultad del terreno. Finalmente, para llegar hasta el puente de madera y la cabaña de roca debemos cruzar un torrente que baja furioso ladera abajo. Es mi compañera la que valorando la situación y los riesgos decide que bajemos más hacia el barranco principal y crucemos por allí. Y así lo hacemos, mucho más seguros y acabando la travesía de las aguas salvajes mucho menos mojados.
Las nubes empiezan a cubrir los picos más altos y las ráfagas de viento, cada vez más intensas, nos zarandean como si fuésemos muñecos de trapo. Ambos estamos deseando salir del embrollo y llegar al bosque de pinos para descansar y avituallarnos con seguridad, así que vamos cubriendo metro tras metro sin parar, acompañados por una panorámica impresionante del Pico de Alba. Estuve por allí el año pasado y aunque no pude coronar la cima pasé una inolvidable jornada en los Ibones de Alba.
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De bajada, desde la bifurcación se ve la cabaña natural de piedra...y a la derecha las primeras rocas para subir al Ibon. |
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Panóramica al Pico de Alba |
Cuando por fin llegamos al bosque encontramos un rincón seguro y sombreado bajo los pinos. Allí acabamos con la reserva de agua que nos queda y tomamos un piscolabis de pan con paté y longaniza que nos devuelve las fuerzas. Ahora es el momento de plantearse el último esfuerzo para llegar al punto de inicio y final de la ruta. Sin correr, sin prisa, con toda la atención puesta en cada paso para evitar un accidente de última hora, salvamos la distancia hasta que llegamos sobre las 15:00 h al final del recorrido, donde nos premiamos con dos refrescos bien helados y merecidos.
Si. A mi me enseñaron que el ritmo lo marca el menos fuerte, y que el más fuerte siempre ayuda y acompaña. Y sobre todo me enseñaron que lo que se empieza en equipo, se acaba en equipo, sin dejar a nadie atrás.
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-Fecha: 23-07-2025 -Inicio y final: Hospital de Benasque (1740 m.)