Vuelvo a repasar por enésima vez los partes meteorológicos. Parece increíble. Las previsiones siguen apuntando vientos muy fuertes de casi 100 km/h y temperaturas bastante extremas. Pero con Sol. Así que la idea de una salida se convierte en realidad el mismo martes tras dejar al pequeño en el colegio. No tengo -afortunada o desgraciadamente, según se mire- ninguna actividad de trabajo... así que con gastos mínimos, bocadillo agua y plátano de casa, me doy un lujazo y salgo hacia los Piris más cercanos para vivirlos en invierno, en vivo y en directo.
Durante el viaje dudo si volver al Montseny, en el que estuve hace dos días, pero desde la carretera veo que la poca nieve se ha volatilizado...apenas hay restos en las zonas más altas. Así que me decido definitivamente: voy hacia el Puigmal.
Pero llegado a Ribes, al salir del coche para tomar un café... el viento me empuja con tal fuerza, los penachos de nieve en polvo suspendida crecen de tal manera en las cumbres, que evidentemente decido obviar una salida que supondría un riesgo más que asegurado. Subiré al Taga, mucho más bajo y asequible, quizás... almenos me intentaré acercar si la nieve y el hielo de la carretera me lo permiten. De hecho, el objetivo no es hacer nada en concreto -y el Taga lo he subido tantas veces que es una especie de sala de entrenamientos- sino más bien probar -y probarme- en circunstancias “adversas”. El frío y el viento, en efecto, van a ayudarme...
En la parte superior del cuerpo solo llevo una camiseta técnica transpirable no térmica y un forro de 100...más la nueva chaqueta cálida que voy a probar. Cuando al fin llego a Coll de Jou, dejando atrás una gélida Bruguera con sus fuentes heladas, me equipo rápidamente. Decido dejar la mochila y subir lo más ligero posible. No hay demasiada nieve en esta vertiente sur, asi que con las Botas tendré más que suficiente.
Subo rápido. A veces me pregunto que para qué subir... Las respuestas vienen solas empujando un nuevo paso, una carrera, unas puntadas en las placas de nieve que no se ha llevado el aire. Y de repente, alucino: Algo me llama la atención a mi derecha... hay como un remolino chiquitito de aire que empieza a levantarse desde una placa de nieve a unos metros de mí... gira y gira y gira, se hace grande, se alza hacia el cielo, toma envergadura... la placa de nieve se levanta con él, se cuartea, se hace añicos, se convierte en polvo de estrellitas brillantes giróvagas... el remolino viene directo hacia mi: me cubro la cara con un brazo y me agarro fuerte al bastón... Por un segundo estoy inmerso en una ventisca impresionante...
Pero como viene se va... y se diluye en el cielo azul. Nunca había visto nada semejante.
Continúo la marcha hasta llegar a la cumbre. Disfruto interiormente las vistas impresionantes. Agradezco el momento y antes de que el viento me tire al suelo, decido salir corriendo tras comprobar la temperatura. Y corro Montaña abajo, atravieso alguna que otra capa de nieve, sigo el sendero de tierra en algunos momentos, navego por los pastos helados...