Soy un Nómada. Mis únicas Banderas son el cielo del día y el manto de estrellas en la noche. Mi Tierra está allí donde piso. Mi cultura es la que comparto e intercambio con las personas que encuentro en el camino. Mi himno es el canto de los pájaros, el susurro de los arroyos cristalinos y el bufido del viento en bosques y cumbres. Mi gente sois tod@s, aunque todavía no os conozca.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Taga. En el Viento.


 Vuelvo a repasar por enésima vez los partes meteorológicos. Parece increíble. Las previsiones siguen apuntando vientos muy fuertes de casi 100 km/h y temperaturas bastante extremas. Pero con Sol. Así que la idea de una salida se convierte en realidad el mismo martes tras dejar al pequeño en el colegio. No tengo -afortunada o desgraciadamente, según se mire- ninguna actividad de trabajo... así que con gastos mínimos, bocadillo agua y plátano de casa, me doy un lujazo y salgo hacia los Piris más cercanos para vivirlos en invierno, en vivo y en directo.

Durante el viaje dudo si volver al Montseny, en el que estuve hace dos días, pero desde la carretera veo que la poca nieve se ha volatilizado...apenas hay restos en las zonas más altas. Así que me decido definitivamente: voy hacia el Puigmal.

Pero llegado a Ribes, al salir del coche para tomar un café... el viento me empuja con tal fuerza, los penachos de nieve en polvo suspendida crecen de tal manera en las cumbres, que evidentemente decido obviar una salida que supondría un riesgo más que asegurado. Subiré al Taga, mucho más bajo y asequible, quizás... almenos me intentaré acercar si la nieve y el hielo de la carretera me lo permiten. De hecho, el objetivo no es hacer nada en concreto -y el Taga lo he subido tantas veces que es una especie de sala de entrenamientos- sino más bien probar -y probarme- en circunstancias “adversas”. El frío y el viento, en efecto, van a ayudarme...


En la parte superior del cuerpo solo llevo una camiseta técnica transpirable no térmica y un forro de 100...más la nueva chaqueta cálida que voy a probar. Cuando al fin llego a Coll de Jou, dejando atrás una gélida Bruguera con sus fuentes heladas, me equipo rápidamente. Decido dejar la mochila y subir lo más ligero posible. No hay demasiada nieve en esta vertiente sur, asi que con las Botas tendré más que suficiente.

Subo rápido. A veces me pregunto que para qué subir... Las respuestas vienen solas empujando un nuevo paso, una carrera, unas puntadas en las placas de nieve que no se ha llevado el aire. Y de repente, alucino: Algo me llama la atención a mi derecha... hay como un remolino chiquitito de aire que empieza a levantarse desde una placa de nieve a unos metros de mí... gira y gira y gira, se hace grande, se alza hacia el cielo, toma envergadura... la placa de nieve se levanta con él, se cuartea, se hace añicos, se convierte en polvo de estrellitas brillantes giróvagas... el remolino viene directo hacia mi: me cubro la cara con un brazo y me agarro fuerte al bastón... Por un segundo estoy inmerso en una ventisca impresionante...

Pero como viene se va... y se diluye en el cielo azul. Nunca había visto nada semejante.

Continúo la marcha hasta llegar a la cumbre. Disfruto interiormente las vistas impresionantes. Agradezco el momento y antes de que el viento me tire al suelo, decido salir corriendo tras comprobar la temperatura. Y corro Montaña abajo, atravieso alguna que otra capa de nieve, sigo el sendero de tierra en algunos momentos, navego por los pastos helados...



Cuando llego a La Tanqueta mi temor se esfuma: el vehículo arranca a la primera. Intento coger agua -ingenuo de mi!!- pero es imposible...las fuentes están heladas... Aunque el Sol aún brilla, por supuesto no voy a comerme el bocata tumbado sobre la hierba. Así que bajo a Ribes de Freser nuevamente.

Ha sido una buena prueba de frío. La chaqueta ha resultado una maravilla que no ha dejado pasar ni un ápice de viento, ni una pizca de frío...genial. Quizás lo que tendría que mejorarse un pelín sería la transpirabilidad... Aún así, ya tengo equipo de invierno...porque creo que unas temperaturas y vientos como los de hoy, no me los voy a encontrar  con demasiada frecuencia. Cierto es, eso sí, que la insolación estaba de mi parte.

Regreso escuchando música, mi mente aún vaga por las Grandes Blancas Heladas...pero lo mejor ha sido poder sentir la fuerza del Taga en el viento.