Soy un Nómada. Mis únicas Banderas son el cielo del día y el manto de estrellas en la noche. Mi Tierra está allí donde piso. Mi cultura es la que comparto e intercambio con las personas que encuentro en el camino. Mi himno es el canto de los pájaros, el susurro de los arroyos cristalinos y el bufido del viento en bosques y cumbres. Mi gente sois tod@s, aunque todavía no os conozca.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Por la cresta del Pic de l'Infern

Abro los ojos y salgo de mis sueños sin recuerdo. Escucho atentamente: nada. No siento el sonido de la lluvia...parece tranquilo. Son las 5:45, rápidamente tomo un desayuno y salgo con la mochila ligera que dejé preparada antes de acostarme. Al salir de casa, una Luna Llena redonda y enorme me da los buenos días, aunque todavía es de noche.

En el camino, por las rondas de BCN, la serpenteante procesión de luces rojas de los coches que me preceden me hace recordar que hoy es un día laborable para la mayoría. Recuerdo también cuando yo mismo trabajaba y hacía esta ruta para ir a mi trabajo. Recuerdo las muchas horas de caravanas y atascos pasadas en mi coche. Un absurdo.

Llego a Vallter 2000 a eso de las 8 y poco. Hace un día precioso sin una sola nube en el cielo. Ha valido la pena arriesgarse, y haber estado vigilando el Radar, los partes meteorológicos y los diversos satélites durante días, esperando el momento preciso para salir. Intenté conseguir compañía para hacer la ruta, pero nadie estuvo interesado. Y como otras muchas veces, decidí salir SOLO de todas formas.
Camino rápido, dejo el refugio de Ulldeter en 10 minutos saludando a las ardillas que se columpian en las copas de los Pinos. Entomo la subida al Coll de la Marrana y cuando llego arriba hago la primera parada. Crema solar, promete ser un día de insolación intensa, algo de líquido... y me sorprendo de lo solo que me encuentro en una de las rutas más transitadas del Pirineo occidental. Oigo a las marmotas chillar unas rocas más allá... avisan de mi presencia.

No hay más que seguir la carena. La cima del Bastiments está relativamente cerca. Aunque el repechón es pronunciado en algunos momentos, no encuentro ningún problema. En la primera cruz, saboreo el paisaje y me rehidrato, obsequiandome con un pan con chocolate como cuando era chico y salia al patio de la escuela a jugar... el panorama es increíble, y mi vista alcanza más allá de lo que hubiese imaginado. Tras unos minutos, llego al pilar de cemento roto, supongo que por un rayo, y a una pequeña cruz de hierro. Más allá, un gran piolet indica la cima propiamente dicha del Monte. Son 2881 m. de altura, y siento esa sensación en mi interior que me hace subir cada vez con más ganas a las Montañas. Una especie de "globo" emocional.

Estudio la cresta que me llevará al Freser. En algunas reseñas que he leído hablan de pasos con mucho peligro... y ese pensamiento me hace sentir un breve vacío en el estómago y un pensamiento naciente de duda, que elimino con una respiración profunda y un cambio de mensaje: "esto va a ser divertido y muy interesante". Y comienzo a bajar intuyendo el sendero de tantos pies que me han precedido. Afortunadamente escogí las bambas de montaña y no las botas, que dejé en el coche. El terreno, aunque algo abrupto y pedregoso, está seco y evidentemente no hay rastro ni de nieve ni de hielo...y con las zapatillas de treking me muevo más rápido y ágilmente.

La bajada al collado de las comas del Mal Infern no cuesta tanto como la subida por la cresta del Freser, el siguiente pico, sobre el que ronda en círculos un Gran Buitre Leonado. En la cima, después de una subida con algún paso en el que hay que "echar las manos", pero sin grandes complicaciones, creo estar en otro lugar. Pero es el Freser, 2723m. Observo la cresta de bajada...y entreveo el sendero que asciende al nuevo pico que me espera... Antes de llegar a éste hay dos opciones: o descender mucho, o seguir la carena pegadito a unas placas de piedra... Y opto por lo segundo. "Para eso entreno bulder", me digo para autoafirmarme. Son los pasos más complicados de la ruta, pero al mismo tiempo los que me hacen sentir más vivo y divertido. Cuando llego al inicio de lo que parecen senderillos de cabras y rebecos, asciendo con todo el ánimo y veo que la cruz que me espera en la tercera cima de la jornada está muy cerca. Parece como si fuese mi propia mente la que vaya abriendo los caminos, creando los pasos. Y el Sol sigue ardiendo, las nubes que se acercan en el horizonte se esperarán por lo menos a que ya haya bajado al GR11. 

Llego al pico del Infierno. A 2860 m. Contemplo ensimismado el Circ de Carançà, en la vertiente francesa, por donde un helicóptero de la Gendarmerie parece estar buscando algo, o a alguien. Después de reorientarme, rehidratar y untarme con una nueva capa de crema solar, busco el camino de salida. Y no hay más remedio que pasar por la cara norte de unos espolones rocosos que son lo que desde el coll de la Marrana se veían como unas vetas blanquecinas, como unas aletas de tiburón... cuatro para ser exactos. Uno de ellos debe ser el Pico de Gorgs, y ahora que lopienso creo que lo subí mientras buscaba una salida fácil. Aunque sé que es en la última de ellas cuando encontraré una que me llevará descendiendo el collado en direción sur, a la cabaña que hay en el GR11, antes de entomar el ascenso al Coll de la Vaca.

Y en la cabaña disfruto unos minutos. Observo su interior, y me digo a mi mismo que prefiero no tener que pasar una noche allí, y menos si eso es fruto de una situación imprevista. No tiene ninguna comodidad y es como un gran igloo de piedra, oscura, negra. En su techo hay una emisora de emergencia, que supongo se habrá usado en más de una ocasión.

Y aquí, viendo a los buitres que planean entre las nubes que crecen por momentos, escuchando más gritos de marmotas, se acaba la excursión. Lo que queda ahora es recorrer el GR lo más rápido posible, porque es sencillo y porque el día se está cerrando rápidamente. Y corriendo en casi todo el trayecto, desando lo andado al tiempo que me despido de una Montañas que me han vuelto a encantar... Y que siempre van a estar conmigo.

Hace diez años el Bastiments se cerró negandonos su ascenso. Pero hoy, las Montañas me obsequiaron con un gran regalo de día.... y llegué hasta el Pic del Infern.